Lo que no se vio de Leonor en Zaragoza: políticos embrujados, una confesión sincera y la pista de cómo será cuando reine

Author: mujerhoy

Hay que tomar muy buena nota de lo que ha sucedido en Zaragoza, donde
Leonor de Borbón ha recogido tres condecoraciones que marcan el principio de su despedida de la capital maña. En julio recibirá su despacho de la Academia General Militar del Ejército de Tierra y
dirá adiós una comunidad de la que se lleva la Medalla de las Cortes de Aragón, el título de hija Adoptiva de Zaragoza y la Medalla de Aragón. Había mucha expectación: era
el primer acto oficial en el que la princesa de Asturias acudía sola.

Este detalle, contemplar a
Leonor por primera vez ‘sola ante el peligro’, es importante. Visibiliza que la heredera al trono
será jefa de Estado por orden constitucional, no investida por ningún poder extraterreno ni por formar parte de un linaje que la acompañe. Por primera vez, la futura reina se desenvolvía con la sola asistencia de un militar, pendiente en todo momento de sus movimientos, y ensayaba el arte dinamizar estos eventos, tan tendentes a caer en lo soporífero. Una tarea en la que la reina Letizia es maestra.

Al contemplar a Leonor mirar de un lado a otro buscando referencia o romper filas adivinando con cierto titubeo nueva dirección podría pensarse que la joven andaba algo perdida. Pero no. Se intuye en el constante movimiento de la princesa, su concisión en el saludo, su sonrisa sempiterna y su impulso de avance
la mejor lección de la reina Letizia: cuanto más rápido discurran estos actos, mejor.

La mañana era casi una gincana, pues
Leonor pasó por tres emplazamientos para recoger sus condecoraciones: el Palacio de la Aljafería, que fue casa de los Reyes de Aragón; el Ayuntamiento de Zaragoza y la catedral del Salvador, la Seo que antes fue foro romano y mezquita. Sin prisa pero sin pausa, el dinamismo de Leonor permitió cumplir milimétricamente el horario dispuesto por Casa Real y, de paso, se minimizó la posibilidad de error.

La princesa Leonor ha sido distinguida con el título de Hija Adoptiva de Zaragoza que le ha entregado la alcaldesa de Natalia Chueca. /

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Aunque Leonor no llegó a imprimir el frenético ritmo al que acostumbra su madre, sí la imitó a la hora de derrochar tiempo para saludar a los zaragozanos que la esperaban en la plaza de El Pilar, donde acudió después de dejar el Palacio de la Aljafería. La heredera estuvo con ellos casi media hora y recorrió toda, absolutamente toda, la barrera de seguridad.
«¡Cásate en el Pilar!», le pidieron algunos. Ella, sonriente, daba la mano y se hacía fotos con quien se lo pedía Por detrás, la ministra de Defensa y el presidente de Aragón, Jorge Azcón, iban recogiendo teléfonos para hacer fotos a la princesa para los zaragozanos que no alcanzaban por ellos mismos.

El plato fuerte de la jornada y guinda de esta esperada aparición en solitario de la princesa Leonor
fue su discurso, el primero que realizaba en la comunidad de Aragón. Aquí se ha notado la mano del nuevo jefe de la Casa del Rey,
el zaragozano Camilo Villarino. A diferencia de otros discursos de la heredera, este ha sido corto, conciso y extremadamente medido. Eso ha facilitado que pueda leer y mirar a su audiencia sin trabarse, tal y como seguramente la ha aleccionado su madre, la reina Letizia.

Adiós a las parrafadas y larguísimas frases que tanto se le atragantaron a Leonor en otras ocasiones. Aunque aquellas fueran escritas por ella misma, la actual precisión mejora muchísimo su efectividad. Además, eso ayuda a trasladar un mensaje que en esta ocasión tenía más miga de lo habitual, por la implicación de la princesa con la ciudad y el difícil año de formación militar que ha tenido que superar.
Ya lo decimos: no defraudó en absoluto.

El discurso de Leonor, sin lugares comunes y con mucha ternura

No hubo tópicos en las palabras de Leonor y sí
una gran emoción. Puede ser el primer discurso en el que la princesa compromete la propia vida y se notó. Pese a la responsabilidad que siempre trasluce su cara cuando habla en público, la sincera sonrisa de emoción con la que terminó el trance fue evidente para todos. Su físico de princesa de cuento, más evidente vestida con el uniforme militar, supone una herramienta importante en su misión de hacerse querer. Sin embargo, fue
su sincera ternura es lo que terminó de embrujar a los asistentes. Cuando dijo sentirse «una maña más», quedaron casi atontados de dulzor.

Toda la primera fila de autoridades quedó embrujada por la intensidad afectiva del discurso de Leonor, con una ministra de Defensa a la que, evidentemente, se le caía la baba. A
Margarita Robles se la vio francamente enternecida por la futura reina y no era para menos. El discurso de la princesa no hizo más que derramar palabras de cariño sobre los aragoneses: confesó haberse sentido arropada, dijo vivir «una mañana emocionante» y admitió que lo vivido en Zaragoza «supera con creces lo que pensaba hace diez meses».

La princesa Leonor saluda a la gente congregada en Zaragoza. /

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Leonor
admitió haber «disfrutado y sufrido» en la academia, donde dijo haber experimentado por primera vez «la exigencia académica e intelectual, física y técnica». Y confesó que las amistades que se iba a llevar de allí son de por vida: «Nos une para siempre el compañerismo». Ilusión, acogida, amabilidad… El agradecimiento de Leonor a la sociedad aragonesa no pudo expresarse mejor: «Me he sentido en casa, acogida y acompañada en una tierra que siempre formará parte de mi vida», dijo. Y remató: «Ya empiezo a echaros de menos».

Es la magia de la amabilidad, cuando se expresa cariñosamente: hasta la más institucional y dura de las autoridades queda sometida a su temperatura emocional. No debe descontarse esta capacidad para comunicar ternura de Leonor, pues en tiempos en los que la agresividad, la polarización y el enfrentamiento resurgen, cada figura pública que se conduzca en esta clave resulta preciosa. Por donde fluye el odio puede fluir la compasión, solo hay que empeñarse. Hoy no cabe
un papel más importante para una futura reina y la princesa de Asturias ya lo ejerce.