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Todas veces que Charlène de Mónaco se ha arrepentido de su boda con Alberto: lágrimas, malos augurios y un pasaporte confiscado

Author: mujerhoy

La princesa
Charlène de Mónaco no era una simple plebeya cuando hace 13 años (12+1 para los supersticiosos) pasaba a formar parte de la Familia Real de Mónaco tras
su boda con el príncipe Alberto. Nacida Charlene Lynette Wittstock el 25 de enero de 1978 en el seno de una familia de origen alemán residente en Zimbabue, ya podía presumir para entonces un
currículum de logros impresionantes. Pero desde que abandonó su carrera profesional como nadadora olímpica hasta los
problemas de salud que la separaron de sus propios hijos, muchas cosas han cambiado desde aquella boda y el comienzo su vida como miembro de la realeza.

La sudafricana fue un bebé sietemesino y el personal del hospital donde su madre dio a luz se refirió a ella como «una luchadora», según se puede leer en su biografía, ‘Charlene: en busca de una princesa’, de Arlene Prinsloo. De niña, Charlène estuvo
rodeada por la guerra y los disturbios tanto en Zimbabue como Sudáfrica, una situación a años luz de su actual existencia privilegiada en Mónaco.

Destacada deportista, participó en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 y fue varias veces campeona de su país. Decidida a seguir cosechando triunfos, incluso cuando su noviazgo con el príncipe Alberto ya estaba consolidado, Charlène se mantuvo firme en su búsqueda de la grandeza atlética. «Al principio de mi relación, no tenía intención de irme de Sudáfrica. La natación era mi único objetivo», declaró a ‘Tatler’. Pero a medida que avanzaba su romance,
las lesiones frustraron sus objetivos. Dejó de entrenarse para los JJOO de Pekín 2008 y se instaló en Mónaco. «Abandonar la natación fue una de las decisiones más difíciles que he tenido que tomar nunca», declaró a la revista. «No estaba preparada emocionalmente para retirarme ni para el cambio de vida que suponía».

El shock de ser toda una princesa por sorpresa

Si alguien recuerda el cambio de imagen que recibía una joven Anne Hathaway en la película ‘Princesa por sorpresa’, podríamos decir que a Charlène le ocurrió algo similar. Atractiva, esbelta y alta, tenía todos los ingredientes de una princesa de cuento de hadas. Sin embargo, se sentía
una extraña en su patria adoptiva. «La gente con la que me mezclaba en Mónaco no se identificaba con mi mentalidad o mi humor sudafricanos», aseguraba entonces. Pero perseveró, ayudada por una especie de campamento de entrenamiento no oficial de moda y belleza, mientras dejaba atrás sus días de nadadora y se transformaba en una royal.

«Me sentía literalmente como un pez fuera del agua», declaró, muy sincera, a ‘Vogue’ cuando reflexionaba sobre su debut oficial en la tradicional
Gala De la Cruz Roja de 2007. «Pensé que todo era diversión, diversión, diversión, y no pensé en mi look. Llevaba todo el día jugando al voley playa, me pinté las uñas de rojo y me puse un vestido verde. En aquel momento pensé que estaba estupenda, pero mirando hacia atrás, me doy cuenta de que mi debut en la sociedad monegasca debería haber sido mejor ejecutado».

Charlène y Alberto de Mónaco el día de su boda en 2011. /

GTRES

Poco después, Charlene consiguió un equipo que la ayudara en su camino a ser una auténtica princesa. Pero Charlène recuerda que
se sentía «insegura» y «aterrorizada» ante la posibilidad de equivocarse. Entonces llegaron los pesos pesados del mundo de la moda como Michael Kors, Karl Lagerfeld o Stella McCartney para acogerla bajo sus glamurosas alas y convertirla en un icono internacional de la moda, muy lejos de los looks deportivos a los que estaba acostumbrada cuando era una joven atleta.

Las famosas lágrimas en su boda y sus (supuestos) intentos de fuga

Charlène y Alberto se comprometieron en 2010, cinco años después de que él accediera al trono. Esto convirtió a la sudafricana en la primera mujer en casarse con un soberano reinante de Mónaco desde
Grace Kelly, la estrella de cine estadounidense que captó la atención internacional cuando vivió su propia historia estilo ‘Cenicienta’ en 1956.

Pero la realidad distaba mucho de ser un cuento de hadas. Según publicaron varios medios franceses, la joven princesa trató de huir a Sudáfrica hasta tres veces antes de lo que se llegó a calificar como «matrimonio concertado» con el Príncipe Alberto. Al parecer realizó
su primer intento de fuga cuando viajó a París en mayo para probarse su vestido de novia. Durante la visita, «se refugió» en la embajada de su país en la capital francesa, según se podía leer en el ‘Jounal du dimanche’.

Más tarde, en mayo, Charlène hizo un segundo intento de fuga durante el
Gran Premio de Fórmula 1 de Mónaco. Por último, se publicó que las autoridades le habían llegado a confiscar el pasaporte cuando se dirigía al aeropuerto de Niza. Entonces la convencieron de que siguiera adelante con el matrimonio. No es de extrañar que la novia tuviera dudas, con su futuro marido envuelto nuevamente en un
escándalo de pruebas de ADN sobre un supuesto hijo secreto, a los que sumaban los dos que ya tenía: Alexandre y Jazmin.

Charlène y Alberto de Mónaco, en una imagen reciente. /

gtres

Su deslumbrante boda, a la que asistieron numerosas celebridades y miembros de la realeza europea, se recuerda sobre todo por el momento en el que
ella rompió a llorar frente al altar, mientras su marido, 20 años mayor que ella, la miraba impasible. Sin embargo, pronto se secó las lágrimas y sonrió abiertamente cuando el obispo Bernard Barsi le preguntó si aceptaba a Alberto como esposo, en el Patio del Palacio Grimaldi.

Problemas de salud y un polémico y largo viaje a Sudáfrica

«No se fue porque estuviera enfadada conmigo ni con nadie», dijo el príncipe Alberto a la revista ‘People’ después de una larga ausencia de su esposa,
atrapada en su país de origen por unos problemas de salud. «Se iba a Sudáfrica a reevaluar el trabajo de su fundación allí y a tomarse un poco de tiempo libre con su hermano y algunos amigos», afirmó tratando de disipar cualquier rumor de que atravesaban por problemas maritales. Unas especulaciones que nunca han dejado de acompañarles desde su boda.

Charlène y Alberto de Mónaco cumple 13 años de casados este 2 de julio. /

gtres

El viaje de Charlene a Sudáfrica, que según su esposo no debería haber durado más de diez días, se prolongó nada menos que seis meses. Allí
se sometió hasta a tres operaciones, dos de ellas con anestesia general. El hermetismo oficial que se mantuvo al respecto del estado de salud de la princesa desató un sinfín de rumores, e incluso llegaron a asegurar que su vida estaba en riesgo.

«Somos un blanco fácil, fácilmente atacables, porque estamos continuamente en el ojo público», añadió Alberto para defenderse una vez más de las críticas. La prolongada estancia de Charlène impidió que celebrara junto a su marido y sus dos hijos,
los mellizos Jacques y Gabriella, el décimo aniversario de boda de la pareja.

La antigua maldición de los Grimaldi

Desde entonces, pese a momentos en los que han mostrado un sonriente frente común posando en ocasiones señaladas,
su matrimonio sigue bajo sospecha. Entre las noticias por sus cambios de peinado o por ser la royal que más gasta en ropa de toda Europa, es frecuente que los medios sensacionalistas publiquen
noticias sobre un inminente divorcio, que de momento no se ha producido. Tampoco ayuda a la estabilidad de su relación los escándalos financieros que sacuden Mónaco y que han provocado que Alberto haya despedido a algunos de sus más antiguos y fieles colaboradores.

Claro que no falta quien atribuye todas las desgracias que atenazan a los príncipes a la antigua maldición que pese sobre los Grimaldi. Esta se remonta al momento en el que uno de los antepasados de Alberto demostró ser un gobernante particularmente sanguinario. Entonces unos monjes le echaron una maldición diciendo que sus descendientes
nunca tendrían un matrimonio feliz y que siempre tendrían problemas para producir herederos legítimos.

Charlène y Carolina de Mónaco el Día Nacional de su país. /

GTRES

Efectivamente, Grace Kelly, la madre de Alberto, murió prematuramente en un accidente de coche, y ese es solo uno de los desastres atribuidos a ese supuesto maleficio, que se hace extensible a las trágicas y tumultuosas vidas sentimentales de las princesas Carolina o Estefanía o más recientemente, a
la separación de Carlota Casiraghi.

Dejamos en el aire si la relación de Charlène y Alberto ya estaba siendo presa de estas
legendarias fuerzas oscuras cuando se casaron, pero la verdad es que incluso el propio príncipe pareció aludir a la maldición en una declaración a sus súbditos antes de casarse: «Quiero que este día marque un nuevo punto de partida».

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