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Los 7 errores de la boda de Letizia y Felipe que Zarzuela no cometerá en la boda de Leonor (ni en la de Sofía)

Author: mujerhoy

Elena de los Ríos

Ahora que volvemos a revivir
la boda entre los reyes Felipe Vi y Letizia, cabe preguntarse si Casa Real ha tomado nota de todo lo que salió mal aquel
22 de mayo de 2004, cuando el príncipe de Asturias consiguió llevar al altar a una novia del todo inesperada. Relativicemos, también, el ascendiente sobre las bodas de Leonor y Sofía que puedan tener los equipos de protocolo de Zarzuela. Seguramente Letizia hará valer su criterio y punto de vista para que las bodas de sus hijas transcurran a la perfección. No fue su caso.

La boda de Letizia Ortiz, nieta de taxista,
hija de padres divorciados y divorciada ella misma, sufrió como ninguna otra la ausencia de actualización y falta de adaptación a los tiempos de Zarzuela. Que una profesional como la reina pudiera casarse con un futuro rey, pero que ello no se dejara notar ni en el ceremonial ni en la etiqueta ni en la posterior celebración fue una pena. Se entiende que
hay irrenunciables en una boda que afecta a la estructura del Estado, una razón de más para que desde otras instancias no se añadan más dificultades.

Control estricto del entorno

Es sobradamente conocido que no fueron Felipe y Letizia, ni siquiera Casa Real, quienes marcaron los tiempos en el compromiso y posterior boda de los hoy monarcas. Todo se aceleró
a partir de una filtración, finalmente difundida por Telemadrid, que destapaba el nombre de la novia oficial del príncipe de Asturias. Cabe esperar que tanto Leonor como Sofía dispongan de los recursos suficientes como para decidir por ellas mismas cuándo se anuncian sus respectivos compromisos. De momento, ambas hacen vida social fuera de España, cosa ya bastante indicativa.

Un segundo elemento importante que requiere resolverse antes de que cualquier compromiso real se haga público es el control del entorno. Los
futuros esposos de Leonor y Sofía habrán de soportar un escrutinio completo de familiares y amigos, con el objetivo de bloquear cualquier futura revelación que afecte al príncipe de Asturias o al esposo de una infanta. Se trata de evitar traiciones como la del primo Rocasolano de Letizia o la de su propio ex cuñado.

La reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía.

La reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. /

limited pictures

Cómo elegir la fecha de la boda

Fue uno de los errores máximos de la boda de Felipe y Letizia: la elección de la fecha. No había que ser Nostradamus para calibrar que en pleno mes de mayo podía llover en Madrid, aunque la tormenta con rayos incluidos que saludó a los novios y a sus ilustres invitados fue terrible. Un trueno coincidió con la entrada de la novia en la catedral de La Almudena, cosa que fue tomada por algunos como un
funesto presagio que, por suerte, jamás se hizo realidad.

No termina de entenderse por qué no se retrasó una boda que hubiera sido perfecta en el mes de septiembre. Sobre todo porque pocas semanas antes, el 11 de marzo, se habían producido los atentados yihadistas que dejaron 192 muertos y miles de heridos en la estación de Atocha de Madrid. De hecho, los novios cancelaron su
fiesta de despedida de solteros en señal de respeto y pidieron al Ayuntamiento que cancelara el espectáculo multimedia con el que iban a obsequiar a la pareja.

Colas interminables para todo

Como consecuencia de la lluvia, los invitados tuvieron que ser trasladados de la Almudena al Palacio Real en autobús. Eso provocó unas enormes colas a la entrada de la escalinata y, también, en los baños de palacio, que no estaban preparados para recibir a tanta gente de golpe. Algunas invitadas tuvieron que esperar una hora para poder retocarse, cosa que hizo que el comienzo del banquete se retrasara considerablemente. De hecho, Carlos de Inglaterra se fue sin probar la tarta nupcial.

El difícil traje de la novia

Las crónicas de aquel día desvelaron que Letizia se levantó acatarrada y con algo de fiebre, pero casi pero que la congestión fue tener que arrastrar el
tremendo vestido de Pertegaz (160 metros solo de cola) que, prácticamente, la sepultó. Parece que el estrés y las presiones de la boda achicaron la ya muy chica silueta de la novia y que el diseño, enorme, le quedaba grande en el día D a pesar de haber sido ajustado varias veces. 

Las damas de honor colocan la cola del vestido de novia de Letizia Ortiz.

Las damas de honor colocan la cola del vestido de novia de Letizia Ortiz. /

getty

Cabe esperar que Leonor, enfrentada a la disyuntiva de vestir de novia a una reina o a una joven mujer, sepa encontrar un término medio. Ni ausentarse de la responsabilidad de representar a la Corona con la dignidad correspondiente ni perderse a una misma en un estilo y unas proporciones que no favorezcan nada. Quizá encontrar a un diseñador o diseñadora que no se vea superado por la trascendencia institucional sea la clave para que el vestido no termine comiéndose a la novia.

Buen trato a la familia política

Este fue uno de los asuntos más polémicos de la boda y, también, el que más se silenció. Hoy sabemos que la reina Letizia, entonces a punto de convertirse en princesa de Asturias, estuvo a punto de romper el compromiso cuando advirtió cómo el ceremonial trataba a su familia, postergada en el cortejo nupcial. El rey Juan Carlos fue acompañado por su hermana, la infanta doña Pilar, y no por la
madre de la novia, Paloma Rocasolano. ¿Por qué? No lo sabemos. También continúa siendo un misterio por qué no fue invitada la esposa de Jesús Ortiz. ¿A qué respondieron estos desaires a la familia de la novia?

Esta postergación de la familia política, quizá debido a su extracción social, no cabe ya en el protocolo de la familia real actual. Por eso, si Leonor decide comprometerse con un hombre de
extracción social sencilla no tendrá que sufrir este tipo de situaciones, tan tensas. Tampoco la infanta Sofía, aunque seguramente ella disfrutará de una boda mucho menos tensa y ceremonial que la que tendrá que llevar a término su hermana.

Invitados que se portan fatal

Con alrededor de 1.200 invitados llegados de toda Europa, era de esperar que sucedieran anécdotas varias, pero seguramente nadie esperaba presenciar una pelea. Fue el famosísimo enfrentamiento a puñetazos entre Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta. También es ya un clásico del anecdotario de la boda de Felipe y Letizia la gran
resaca de Ernesto de Hannover, quien se ausentó de la ceremonia (Carolina acudió sola a la catedral) y llegó tarde al banquete. La noche anterior había sido visto en la discoteca madrileña Gabana.

Carolina de Mónaco, llegando sola a la boda de Felipe y letizia.

Carolina de Mónaco, llegando sola a la boda de Felipe y letizia. /

gtres

No fueron los únicos invitados que se portaron fatal en esta boda histórica. Cuando terminó el banquete, el servicio de camareros de Patrimonio Nacional más el refuerzo llegado por parte del restaurante Jockey, encargado de elaborar el menú, se quedaron de piedra al comprobar que muchos invitados se habían llevado consigo cubiertos, los platos del pan o los saleros de plata. ¿Se puede controlar una lista de invitados tan extensa como la que se espera en una boda real? Aquí, Letizia lo tiene difícil para evitar este tipo de incidentes.

No a un consorte florero

Es, probablemente, la gran lección del compromiso, la boda y la primera década de matrimonio entre Felipe y Letizia: no se puede esperar de una consorte (o de un consorte, en el caso de Leonor) que se convierta en un cero a la izquierda. O, como ha reconocido Mabel Galaz, periodista especializada en Casa Real y autora de la biografía de la reina, «un florero». 

«La metieron a modo de florero en una institución en la que no pegaba», ha dicho Galaz refiriéndose a la entonces princesa de Asturias. De ahí que no tuviera más remedio que convertirse
en una «una princesa a la contra». De hecho, admite que Letizia fue «mal recibida» y que ella «mantuvo una postura de oposición«. Podemos apostar a que el próximo rey no se enfrentará a la misma situación: la reina pueda, fácilmente, evitarlo.

Author: mujerhoy

Elena de los Ríos

Ahora que volvemos a revivir
la boda entre los reyes Felipe Vi y Letizia, cabe preguntarse si Casa Real ha tomado nota de todo lo que salió mal aquel
22 de mayo de 2004, cuando el príncipe de Asturias consiguió llevar al altar a una novia del todo inesperada. Relativicemos, también, el ascendiente sobre las bodas de Leonor y Sofía que puedan tener los equipos de protocolo de Zarzuela. Seguramente Letizia hará valer su criterio y punto de vista para que las bodas de sus hijas transcurran a la perfección. No fue su caso.

La boda de Letizia Ortiz, nieta de taxista,
hija de padres divorciados y divorciada ella misma, sufrió como ninguna otra la ausencia de actualización y falta de adaptación a los tiempos de Zarzuela. Que una profesional como la reina pudiera casarse con un futuro rey, pero que ello no se dejara notar ni en el ceremonial ni en la etiqueta ni en la posterior celebración fue una pena. Se entiende que
hay irrenunciables en una boda que afecta a la estructura del Estado, una razón de más para que desde otras instancias no se añadan más dificultades.

Control estricto del entorno

Es sobradamente conocido que no fueron Felipe y Letizia, ni siquiera Casa Real, quienes marcaron los tiempos en el compromiso y posterior boda de los hoy monarcas. Todo se aceleró
a partir de una filtración, finalmente difundida por Telemadrid, que destapaba el nombre de la novia oficial del príncipe de Asturias. Cabe esperar que tanto Leonor como Sofía dispongan de los recursos suficientes como para decidir por ellas mismas cuándo se anuncian sus respectivos compromisos. De momento, ambas hacen vida social fuera de España, cosa ya bastante indicativa.

Un segundo elemento importante que requiere resolverse antes de que cualquier compromiso real se haga público es el control del entorno. Los
futuros esposos de Leonor y Sofía habrán de soportar un escrutinio completo de familiares y amigos, con el objetivo de bloquear cualquier futura revelación que afecte al príncipe de Asturias o al esposo de una infanta. Se trata de evitar traiciones como la del primo Rocasolano de Letizia o la de su propio ex cuñado.

La reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía.

La reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. /

limited pictures

Cómo elegir la fecha de la boda

Fue uno de los errores máximos de la boda de Felipe y Letizia: la elección de la fecha. No había que ser Nostradamus para calibrar que en pleno mes de mayo podía llover en Madrid, aunque la tormenta con rayos incluidos que saludó a los novios y a sus ilustres invitados fue terrible. Un trueno coincidió con la entrada de la novia en la catedral de La Almudena, cosa que fue tomada por algunos como un
funesto presagio que, por suerte, jamás se hizo realidad.

No termina de entenderse por qué no se retrasó una boda que hubiera sido perfecta en el mes de septiembre. Sobre todo porque pocas semanas antes, el 11 de marzo, se habían producido los atentados yihadistas que dejaron 192 muertos y miles de heridos en la estación de Atocha de Madrid. De hecho, los novios cancelaron su
fiesta de despedida de solteros en señal de respeto y pidieron al Ayuntamiento que cancelara el espectáculo multimedia con el que iban a obsequiar a la pareja.

Colas interminables para todo

Como consecuencia de la lluvia, los invitados tuvieron que ser trasladados de la Almudena al Palacio Real en autobús. Eso provocó unas enormes colas a la entrada de la escalinata y, también, en los baños de palacio, que no estaban preparados para recibir a tanta gente de golpe. Algunas invitadas tuvieron que esperar una hora para poder retocarse, cosa que hizo que el comienzo del banquete se retrasara considerablemente. De hecho, Carlos de Inglaterra se fue sin probar la tarta nupcial.

El difícil traje de la novia

Las crónicas de aquel día desvelaron que Letizia se levantó acatarrada y con algo de fiebre, pero casi pero que la congestión fue tener que arrastrar el
tremendo vestido de Pertegaz (160 metros solo de cola) que, prácticamente, la sepultó. Parece que el estrés y las presiones de la boda achicaron la ya muy chica silueta de la novia y que el diseño, enorme, le quedaba grande en el día D a pesar de haber sido ajustado varias veces. 

Las damas de honor colocan la cola del vestido de novia de Letizia Ortiz.

Las damas de honor colocan la cola del vestido de novia de Letizia Ortiz. /

getty

Cabe esperar que Leonor, enfrentada a la disyuntiva de vestir de novia a una reina o a una joven mujer, sepa encontrar un término medio. Ni ausentarse de la responsabilidad de representar a la Corona con la dignidad correspondiente ni perderse a una misma en un estilo y unas proporciones que no favorezcan nada. Quizá encontrar a un diseñador o diseñadora que no se vea superado por la trascendencia institucional sea la clave para que el vestido no termine comiéndose a la novia.

Buen trato a la familia política

Este fue uno de los asuntos más polémicos de la boda y, también, el que más se silenció. Hoy sabemos que la reina Letizia, entonces a punto de convertirse en princesa de Asturias, estuvo a punto de romper el compromiso cuando advirtió cómo el ceremonial trataba a su familia, postergada en el cortejo nupcial. El rey Juan Carlos fue acompañado por su hermana, la infanta doña Pilar, y no por la
madre de la novia, Paloma Rocasolano. ¿Por qué? No lo sabemos. También continúa siendo un misterio por qué no fue invitada la esposa de Jesús Ortiz. ¿A qué respondieron estos desaires a la familia de la novia?

Esta postergación de la familia política, quizá debido a su extracción social, no cabe ya en el protocolo de la familia real actual. Por eso, si Leonor decide comprometerse con un hombre de
extracción social sencilla no tendrá que sufrir este tipo de situaciones, tan tensas. Tampoco la infanta Sofía, aunque seguramente ella disfrutará de una boda mucho menos tensa y ceremonial que la que tendrá que llevar a término su hermana.

Invitados que se portan fatal

Con alrededor de 1.200 invitados llegados de toda Europa, era de esperar que sucedieran anécdotas varias, pero seguramente nadie esperaba presenciar una pelea. Fue el famosísimo enfrentamiento a puñetazos entre Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta. También es ya un clásico del anecdotario de la boda de Felipe y Letizia la gran
resaca de Ernesto de Hannover, quien se ausentó de la ceremonia (Carolina acudió sola a la catedral) y llegó tarde al banquete. La noche anterior había sido visto en la discoteca madrileña Gabana.

Carolina de Mónaco, llegando sola a la boda de Felipe y letizia.

Carolina de Mónaco, llegando sola a la boda de Felipe y letizia. /

gtres

No fueron los únicos invitados que se portaron fatal en esta boda histórica. Cuando terminó el banquete, el servicio de camareros de Patrimonio Nacional más el refuerzo llegado por parte del restaurante Jockey, encargado de elaborar el menú, se quedaron de piedra al comprobar que muchos invitados se habían llevado consigo cubiertos, los platos del pan o los saleros de plata. ¿Se puede controlar una lista de invitados tan extensa como la que se espera en una boda real? Aquí, Letizia lo tiene difícil para evitar este tipo de incidentes.

No a un consorte florero

Es, probablemente, la gran lección del compromiso, la boda y la primera década de matrimonio entre Felipe y Letizia: no se puede esperar de una consorte (o de un consorte, en el caso de Leonor) que se convierta en un cero a la izquierda. O, como ha reconocido Mabel Galaz, periodista especializada en Casa Real y autora de la biografía de la reina, «un florero». 

«La metieron a modo de florero en una institución en la que no pegaba», ha dicho Galaz refiriéndose a la entonces princesa de Asturias. De ahí que no tuviera más remedio que convertirse
en una «una princesa a la contra». De hecho, admite que Letizia fue «mal recibida» y que ella «mantuvo una postura de oposición«. Podemos apostar a que el próximo rey no se enfrentará a la misma situación: la reina pueda, fácilmente, evitarlo.

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