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23 años sin Leila Pahlavi, la princesa triste: la vida de excesos y la trágica muerte de la hija favorita de Farah Diba

Author: mujerhoy

Jorge C. Parcero

Era la bella y adorada hija del Sha de Irán, soberano supremo del Trono del Pavo Real. Tras su destitución, fue
modelo de Valentino y viajó por todo el mundo en jet privado. Entonces, ¿cómo llegó Leila Pahlavi a morir sola, con tan solo 31 años, en la habitación de un hotel de Londres, rodeada de frascos vacíos de somníferos?

La tercera hija de la tercera esposa de Reza Pahlavi II,
Farah Diba, nació el 27 de marzo de 1970 en el hospital militar de Teherán. En pocas horas, había sido rebautizado en su honor. Estaba claro ya entonces que
la princesa Leila Pahlavi nunca iba a tener una vida normal. Por aquel entonces el Sha llevaba casi 30 años en el trono de un país en pleno proceso de cambios.

A principios de los años sesenta, aprovechando el enorme aumento de los ingresos procedentes del petróleo, el monarca había lanzado una amplia campaña para modernizar su país. Pero al mismo tiempo, las presiones contra su régimen autocrático, con
su lujo desmedido, eran cada vez mayores. Un ejemplo: para conmemorar el 250 aniversario del ‘Trono del Pavo Real’ se organizó una fiesta que costó 60 millones de dólares, con una tonelada de caviar del Caspio Imperial.

Pero los hijos del sha vivían ajenos a todo esto. Leila vivía con sus hermanos y hermanas en el palacio del norte de Teherán. Tenía
sus habitaciones, sus criados y hasta un zoo privado con antílopes, monos, un león y un elefante indio regalado por Indira Gandhi. Leila recordaba a su padre en una entrevista para un diario francés diciendo que «incluso cuando solo tenía tres años me llevaba de la mano cuando iba a reunirse con dignatarios extranjeros. Todos los días iba a buscarle a su despacho, aunque estuviera en medio de una reunión. Todas las mañanas me pedía que rezara para que lloviera en beneficio de los agricultores de nuestro país».

En 1979 estalló al fin la tormenta con la revolución islámica liderada por el ayatolá Jomeini. Tras ser rechazado por sus antiguos aliados, incluida la Gran Bretaña de Thatcher, el sha estaba gravemente enfermo de leucemia y cada vez más desesperado por encontrar un refugio seguro para su familia. Leila subió a un avión con su abuela y voló a una base aérea en Texas donde su hermano mayor,
el príncipe heredero Reza Pahlavi, se estaba formando para ser piloto. «Nos quedamos sin nada», diría la princesa años después. «Gracias a Dios, la institutriz trajo los álbumes de foto».

Pocos días después, el sha se exilió a Egipto en su Boeing 707 personal. Aunque la familia había dejado muchas cosas atrás, no estaba en la miseria. Nadie conoce las cifras exactas, probablemente ni siquiera el propio monarca iraní, pero se calcula que los fondos de los Pahlavi en el extranjero
ascendían a más de 100 millones de euros.

La vida en el exilio para los Pahlavi

Los meses siguientes fueron una pesadilla. La familia se separó, se reunió y se volvió a separar. Mientras tanto, la salud del sha empeoraba cada vez más. Pasaron por las Bahamas, México y volvieron a Egipto. Los niños se quedaron en Estados Unidos, y volaban cuando podían para ver a sus padres. Finalmente, la familia regresó a Egipto como invitados del presidente Sadat.
Reza Pahlavi murió en 1980, a los 60 años. En su funeral, Leila llevó un vestido blanco. «El último recuerdo que tengo de él es el más doloroso», declaró la princesa a una revista francesa en 1999. «Cuando comprendí que se acercaba el final, no me dejaron entrar en su habitación. Durante mucho tiempo tuve la sensación de haberle traicionado con mi ausencia».

Tras la muerte del soberano persa, la familia pudo regresar a Estados Unidos. Se instalaron en Williamstown, Massachusetts. Leila pasó por la escuela de las Naciones Unidas en Nueva York y estudió literatura y filosofía alemana y escandinava en la universidad. También hizo un curso de antropología. Hablaba inglés y francés con fluidez, además de farsi, su lengua materna. Por aquel entonces, ya empezó a quejarse de
fuertes y frecuentes dolores de estómago. Su madre asegura que en la universidad «empezó a mostrar signos de fatiga»,

La emperatriz Farah Diba con hijos Reza Ciro Pahlavi y Leila Pahlavi durante un acto oficial.

La emperatriz Farah Diba con hijos Reza Ciro Pahlavi y Leila Pahlavi durante un acto oficial. /

gtres

En cuanto a su faceta privada, la princesa llevaba una vida discreta. Las fiestas con embajadores, los viajes para esquiar en Suiza, las inauguraciones de galerías, los amigos con Ferraris y títulos aristocráticos eran su día a día. Dedicaba también su tiempo ayudando a su hermano a
dirigir la Fundación Mihan, una organización cultural iraní dedicada a establecer vínculos entre Irán y Occidente. Le gustaba la poesía y pasaba noches enteras traduciendo al francés o al inglés las obras del poeta místico persa Rumi. Era aficionada al fútbol y fumaba Marlboro Lights.

Tuvo varios novios, uno de ellos serio. Al parecer, la relación acabó mal.
Vivía a caballo entre Nueva York y California y se quedaba con su madre o su abuela cuando estaba en París. Concedió alguna que otra entrevista donde revelaba su carácter sensible y en las que hablaba mucho de su madre: «Me siento tan unida a ella… Tengo tanta confianza en su sabiduría. Puedo contárselo todo. Pero sé que está llena de angustia por su país, por todos los iraníes, por nosotros», dijo en una de ellas.

Es difícil decir cuándo empezaron a torcerse las cosas para Leila Pahlavi. Cerca de cumplir los 30 años su delgadez era preocupante y a sus amigos les hablaba de sus numerosos achaques: dolores de cabeza, musculares y articulares y fatiga crónica. En 2000, cuando acudió a El Cairo a una ceremonia en memoria del 20 aniversario de la muerte de su padre, estaba en los huesos, pero se quejó a una amiga de que tenía sobrepeso. «He engordado demasiado. Tengo cinco kilos de más. Ahora parezco un cerdo», le dijo.

Sus últimos meses de vida y su misteriosa muerte en Londres

Unas semanas más tarde, viajó a París para desfilar para
Valentino. Poco después, ingresó en The Priory, la famosa clínica de rehabilitación londinense por donde años después pasaría también Amy Winehouse. No era la primera vez que recibía un tratamiento de este tipo. Las estancias en lujosos centros de desintoxicación de Estados Unidos no habían conseguido ayudarla. En noviembre murió la abuela de Leila, a la que siempre había estado muy unida.

En enero de 2001, Leila estaba de vuelta en Londres. En febrero, se fue a esquiar a Suiza. En marzo ya estaba de vuelta en el Reino Unido. Dijo a sus amigos que planeaba vender su apartamento de Nueva York y comprar un piso en Inglaterra y montar un
negocio de venta y exposición de arte persa. Una amiga de su madre se había ofrecido a financiarla. Nunca lo consiguió. Murió a los tres meses.

Mohammad Reza Pahlavi con su tercera esposa Farah Diba y la princesa Leila. /

GTRES

El domingo 10 de junio por la noche, los empleados del exclusivo Hotel Leonard llamaron a la habitación 15, pero no hubo respuesta. El director abrió finalmente con una llave maestra. La princesa estaba en la cama, tapada con las sábanas. En el dormitorio había 16 tipos de medicamentos, entre ellos 96 pastillas de Palfium, 40 de Rohypnol y 103 de Seconal. También había una pequeña cantidad de cocaína. No había ninguna nota, solo un trozo de papel sin fecha con algunas poesías garabateadas. En un cajón había una foto de ella junto a sus padres y sus hermanos, todos viendo la televisión en sy palacio de Teherán. La pequeña Leila estaba sentada en el regazo del sha.

Se habló de suicidio. Pero los informes policiales no indicaron que Leila Pahlavi, la princesa triste,
se quitara la vida deliberadamente. Fue sepultada junto a la tumba de su abuela materna, Farideh Ghotbi Diba, en el cementerio parisino de Passy. A su funeral asistieron numerosos representantes de la realeza europea y miembros de la comunidad iraní en el exilio. Diez años después, su hermano, su hermano Ali Reza sería hallado muerto en su casa de Boston a causa de un aparente suicidio. Otro giro trágico más en la historia de los Pahlavis.

Author: mujerhoy

Jorge C. Parcero

Era la bella y adorada hija del Sha de Irán, soberano supremo del Trono del Pavo Real. Tras su destitución, fue
modelo de Valentino y viajó por todo el mundo en jet privado. Entonces, ¿cómo llegó Leila Pahlavi a morir sola, con tan solo 31 años, en la habitación de un hotel de Londres, rodeada de frascos vacíos de somníferos?

La tercera hija de la tercera esposa de Reza Pahlavi II,
Farah Diba, nació el 27 de marzo de 1970 en el hospital militar de Teherán. En pocas horas, había sido rebautizado en su honor. Estaba claro ya entonces que
la princesa Leila Pahlavi nunca iba a tener una vida normal. Por aquel entonces el Sha llevaba casi 30 años en el trono de un país en pleno proceso de cambios.

A principios de los años sesenta, aprovechando el enorme aumento de los ingresos procedentes del petróleo, el monarca había lanzado una amplia campaña para modernizar su país. Pero al mismo tiempo, las presiones contra su régimen autocrático, con
su lujo desmedido, eran cada vez mayores. Un ejemplo: para conmemorar el 250 aniversario del ‘Trono del Pavo Real’ se organizó una fiesta que costó 60 millones de dólares, con una tonelada de caviar del Caspio Imperial.

Pero los hijos del sha vivían ajenos a todo esto. Leila vivía con sus hermanos y hermanas en el palacio del norte de Teherán. Tenía
sus habitaciones, sus criados y hasta un zoo privado con antílopes, monos, un león y un elefante indio regalado por Indira Gandhi. Leila recordaba a su padre en una entrevista para un diario francés diciendo que «incluso cuando solo tenía tres años me llevaba de la mano cuando iba a reunirse con dignatarios extranjeros. Todos los días iba a buscarle a su despacho, aunque estuviera en medio de una reunión. Todas las mañanas me pedía que rezara para que lloviera en beneficio de los agricultores de nuestro país».

En 1979 estalló al fin la tormenta con la revolución islámica liderada por el ayatolá Jomeini. Tras ser rechazado por sus antiguos aliados, incluida la Gran Bretaña de Thatcher, el sha estaba gravemente enfermo de leucemia y cada vez más desesperado por encontrar un refugio seguro para su familia. Leila subió a un avión con su abuela y voló a una base aérea en Texas donde su hermano mayor,
el príncipe heredero Reza Pahlavi, se estaba formando para ser piloto. «Nos quedamos sin nada», diría la princesa años después. «Gracias a Dios, la institutriz trajo los álbumes de foto».

Pocos días después, el sha se exilió a Egipto en su Boeing 707 personal. Aunque la familia había dejado muchas cosas atrás, no estaba en la miseria. Nadie conoce las cifras exactas, probablemente ni siquiera el propio monarca iraní, pero se calcula que los fondos de los Pahlavi en el extranjero
ascendían a más de 100 millones de euros.

La vida en el exilio para los Pahlavi

Los meses siguientes fueron una pesadilla. La familia se separó, se reunió y se volvió a separar. Mientras tanto, la salud del sha empeoraba cada vez más. Pasaron por las Bahamas, México y volvieron a Egipto. Los niños se quedaron en Estados Unidos, y volaban cuando podían para ver a sus padres. Finalmente, la familia regresó a Egipto como invitados del presidente Sadat.
Reza Pahlavi murió en 1980, a los 60 años. En su funeral, Leila llevó un vestido blanco. «El último recuerdo que tengo de él es el más doloroso», declaró la princesa a una revista francesa en 1999. «Cuando comprendí que se acercaba el final, no me dejaron entrar en su habitación. Durante mucho tiempo tuve la sensación de haberle traicionado con mi ausencia».

Tras la muerte del soberano persa, la familia pudo regresar a Estados Unidos. Se instalaron en Williamstown, Massachusetts. Leila pasó por la escuela de las Naciones Unidas en Nueva York y estudió literatura y filosofía alemana y escandinava en la universidad. También hizo un curso de antropología. Hablaba inglés y francés con fluidez, además de farsi, su lengua materna. Por aquel entonces, ya empezó a quejarse de
fuertes y frecuentes dolores de estómago. Su madre asegura que en la universidad «empezó a mostrar signos de fatiga»,

La emperatriz Farah Diba con hijos Reza Ciro Pahlavi y Leila Pahlavi durante un acto oficial.

La emperatriz Farah Diba con hijos Reza Ciro Pahlavi y Leila Pahlavi durante un acto oficial. /

gtres

En cuanto a su faceta privada, la princesa llevaba una vida discreta. Las fiestas con embajadores, los viajes para esquiar en Suiza, las inauguraciones de galerías, los amigos con Ferraris y títulos aristocráticos eran su día a día. Dedicaba también su tiempo ayudando a su hermano a
dirigir la Fundación Mihan, una organización cultural iraní dedicada a establecer vínculos entre Irán y Occidente. Le gustaba la poesía y pasaba noches enteras traduciendo al francés o al inglés las obras del poeta místico persa Rumi. Era aficionada al fútbol y fumaba Marlboro Lights.

Tuvo varios novios, uno de ellos serio. Al parecer, la relación acabó mal.
Vivía a caballo entre Nueva York y California y se quedaba con su madre o su abuela cuando estaba en París. Concedió alguna que otra entrevista donde revelaba su carácter sensible y en las que hablaba mucho de su madre: «Me siento tan unida a ella… Tengo tanta confianza en su sabiduría. Puedo contárselo todo. Pero sé que está llena de angustia por su país, por todos los iraníes, por nosotros», dijo en una de ellas.

Es difícil decir cuándo empezaron a torcerse las cosas para Leila Pahlavi. Cerca de cumplir los 30 años su delgadez era preocupante y a sus amigos les hablaba de sus numerosos achaques: dolores de cabeza, musculares y articulares y fatiga crónica. En 2000, cuando acudió a El Cairo a una ceremonia en memoria del 20 aniversario de la muerte de su padre, estaba en los huesos, pero se quejó a una amiga de que tenía sobrepeso. «He engordado demasiado. Tengo cinco kilos de más. Ahora parezco un cerdo», le dijo.

Sus últimos meses de vida y su misteriosa muerte en Londres

Unas semanas más tarde, viajó a París para desfilar para
Valentino. Poco después, ingresó en The Priory, la famosa clínica de rehabilitación londinense por donde años después pasaría también Amy Winehouse. No era la primera vez que recibía un tratamiento de este tipo. Las estancias en lujosos centros de desintoxicación de Estados Unidos no habían conseguido ayudarla. En noviembre murió la abuela de Leila, a la que siempre había estado muy unida.

En enero de 2001, Leila estaba de vuelta en Londres. En febrero, se fue a esquiar a Suiza. En marzo ya estaba de vuelta en el Reino Unido. Dijo a sus amigos que planeaba vender su apartamento de Nueva York y comprar un piso en Inglaterra y montar un
negocio de venta y exposición de arte persa. Una amiga de su madre se había ofrecido a financiarla. Nunca lo consiguió. Murió a los tres meses.

Mohammad Reza Pahlavi con su tercera esposa Farah Diba y la princesa Leila.

Mohammad Reza Pahlavi con su tercera esposa Farah Diba y la princesa Leila. /

GTRES

El domingo 10 de junio por la noche, los empleados del exclusivo Hotel Leonard llamaron a la habitación 15, pero no hubo respuesta. El director abrió finalmente con una llave maestra. La princesa estaba en la cama, tapada con las sábanas. En el dormitorio había 16 tipos de medicamentos, entre ellos 96 pastillas de Palfium, 40 de Rohypnol y 103 de Seconal. También había una pequeña cantidad de cocaína. No había ninguna nota, solo un trozo de papel sin fecha con algunas poesías garabateadas. En un cajón había una foto de ella junto a sus padres y sus hermanos, todos viendo la televisión en sy palacio de Teherán. La pequeña Leila estaba sentada en el regazo del sha.

Se habló de suicidio. Pero los informes policiales no indicaron que Leila Pahlavi, la princesa triste,
se quitara la vida deliberadamente. Fue sepultada junto a la tumba de su abuela materna, Farideh Ghotbi Diba, en el cementerio parisino de Passy. A su funeral asistieron numerosos representantes de la realeza europea y miembros de la comunidad iraní en el exilio. Diez años después, su hermano, su hermano Ali Reza sería hallado muerto en su casa de Boston a causa de un aparente suicidio. Otro giro trágico más en la historia de los Pahlavis.

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