Un año más reivindicando el día de la mujer trabajadora. Y ya van 42, desde que en 1975 la ONU instaurara esta jornada para reivindicar el papel de la mujer en la sociedad en recuerdo de las norteamericanas que, a mediados del siglo XIX, en plena revolución industrial, marcharon en la ciudad de Nueva York para protestar por las míseras condiciones de su trabajo en el sector textil.
Después de largos años de crisis en los que el desempleo y la precariedad se han cebado especialmente con las mujeres españolas, algunos datos permiten abordar los próximos años, incluso ya los próximos meses, con un poquito de esperanza.
Si en diciembre de 2011 la contratación indefinida entre mujeres caía a un ritmo del 32%, ahora se incrementa al 8,8%, según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Además, poco a poco se van implementando algunas de las medidas de conciliación tan reclamadas por las madres trabajadoras, como la regulación del teletrabajo, la ampliación del derecho a la reducción de jornada por cuidado de hijos de 8 a 12 años, o la mejora de la protección social de los trabajadores (casi siempre trabajadoras) a tiempo parcial, que se ha equiparado a la de los de tiempo completo.
También se ha ampliado el permiso de paternidad de 15 a 28 días y la Ministra de Empleo ha anunciado que algunas cuestiones decisivas para el desarrollo profesional y personal de la mujer, como la conciliación y los horarios, formarán parte de la “agenda integral de calidad en el empleo” es decir, se introducirán en el diálogo social.
Por otra parte, la que considero una de las medidas más importantes que se ha tomado en nuestro país en apoyo a la mujer en los últimos años, el complemento de maternidad que el gobierno aprobó hace algunos meses, ya está recogiendo sus primeros frutos: hoy son casi 180.000 las mujeres que han visto aumentar su pensión hasta un 15%, gracias a este reconocimiento de la aportación de la natalidad al sistema de pensiones, que solo España y Francia han legislado en nuestro entorno europeo.
Los datos, sí, es evidente, empiezan a mostrar algunos rasgos positivos. Aunque las cifras no evitan, desgraciadamente las estadísticas nunca lo hacen, los dramas individuales, reales y cotidianos de tantas y tantas mujeres que siguen viviendo la injusticia de la discriminación, el acoso o la violencia en su día a día.
Y es que, acercándonos ya al segundo cuarto del siglo XXI, los avances siguen siendo lamentablemente escasos en algunas cuestiones. Los españoles siempre somos muy dados al autocastigo (¿os imagináis si el error de los Oscar se hubiera producido en los Goya?), pero en lo que a discriminación por género se refiere, las cosas no mejoran mucho tampoco al estudiar nuestro entorno.
Las salidas de tono del cada vez menos novel presidente norteamericano, Donald Trump, respecto al sexo femenino; o las disparatadas declaraciones del eurodiputado polaco en contra de las mujeres; pero también el ritmo de crecimiento, o mejor dicho el estancamiento, del número de mujeres en los consejos delas empresas de nuestro Ibex 35 (de los 553 puestos, solo 92 están ocupados por consejeras); el hecho de que tan solo el 4,3 en los puestos de máxima responsabilidad en las grandes empresas de la UE estén ocupados por directivas; las denuncias insistentes de las asociaciones de mujeres con discapacidad respecto a la ausencia de debate político sobre sus problema específicos; o, muy especialmente, el dramático récord de asesinatos por violencia de género en los primeros meses de 2017, que iguala las cifras del peor año de la década, demuestran que la amenaza aún es importante y nos recuerdan que la sociedad – no solo las mujeres- tiene todavía una gran tarea por delante.
Me temo, sí, que llegaremos a cumplir los 50 años de 8 de marzo celebrados. Y es probable, a este ritmo, que también conmemoremos su centenario. Eso sí, sin perder nunca la esperanza.
Autore: RSS de noticias de