Viena era uno de esos destinos pendientes que vas dejando pasar con la excusa se la cercanía. Finalmente me animé a acercarme justo antes de Navidad y ha sido uno de los mayores aciertos de todos los planes de 2016. En primer lugar, Viena es una ciudad impresionante por su historia imperial y por ser la capital de la música clásica a nivel mundial. Es preciosa y magnífica.
Encontré el alojamiento vía Internet gracias a la recomendación de una revista. El Daniel es el hotel que me hubiera gustado diseñar. Lleno de detalles como los tambores de lavadora reciclados como estanterías circulares en la recepción; los techos sin pintar de las habitaciones, el comedor con uno de los mejores desayunos de la ciudad con más de diez espacios diferentes; las habitaciones con cabecero de madera moldeada y los productos de la tienda Daniel con especial atención a los jabones y las camisas.
El hotel Daniel no está en pleno centro de la ciudad y te obliga a coger una bici o un tranvía para llegar en apenas cinco minutos al centro.
Coger el tranvía es parte del encanto de este viaje. Anotad: Hotel Daniel junto a Belvedere.
En la próxima parada de Viena en este blog, hablaremos de la Viena monumental. ¡Hasta entonces!
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